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lunes, 29 de agosto de 2011

El innombrable...

Un intangible... el sueño de un amor platónico que se hizo realidad.

Lo conocí en el ecuador entre la adolescente y la mujer. Para ese entonces yo era tan tonta como incapaz de sostener cada una de sus miradas. 

Verlo era como ver salir el sol; pero en el alma.

No era atractivo, pero si muy admirado por todas las chicas con las que sé que jugaba a ser "el novio". Y ensayó con muchas hasta que conoció a una seis años menor que él y lo enamoró con el brillo de sus ojos, porque sus tímidas miradas lo iluminaban más que el sol -según él afirmaba-. 

Aquel ensayo nos duró el tiempo de la elíptica trayectoria de traslación de la tierra alrededor del sol.

No era tan atractivo, ¡pero logró enamorarme!. Su personalidad y fama de conquistador lo convirtieron en "El innombrable" en presencia de mi madre.

Le juraba a través de románticas cartas perfumadas, escritas con lápiz labial rosa, que siempre lo amaría; por encima de todo. Pero esas promesas sucumbieron ante las zancadillas de los terroristas del verbo amar y ante la intriga , la insidia y el lleva y trae de los sin rostros.

La historia de "El innombrable" se ha convertido en una referencia de mi mal gusto en aquellos años. Y hoy sólo sirve para conversaciones ociosas y para entretener a algunos lectores de un blog que pocos visitan...