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lunes, 2 de diciembre de 2013

Datos, tecnología, estadísticas y algoritmos: cómo los usan para conocer nuestras intimidades


Hace un tiempo, la famosa cadena de supermercados Target tuvo una gran idea: enviar publicidad específicamente a sus clientas embarazadas. Querían aprovechar tan vulnerable estado emocional para ofertarles productos relacionados con bebés, entre otros, y hacerlo antes que su estado de gestación fuese notorio para otras tiendas que seguro intentarían lo mismo.

Target contrató al matemático y estadístico Andrew Pole, quien con un equipo de programadores analizó exhaustivamente los hábitos de consumo de mujeres embarazadas. Juntos crearon un algoritmo que con alto porcentaje de certeza determinaba, según artículos comprados por una mujer, las probabilidades de que estuviera embarazada. 

 El algoritmo creado por Andrew Pole logró su objetivo -o al memos eso creían- hasta que un día llegó a la cadena de supermercados Target un señor muy enojado, todo porque el supermercado envió publicidad sobre bebés y consejos de maternidad  a su adolescente hija. El padre entendía que indirectamente se instaba a la menor de edad a tener relaciones sexuales y quedar embarazada.

El supermercado suspendió el envío de publicidad mientras determinaba qué había sucedido en este caso. Hasta que meses después,  recibió una llamada de aquel padre, esta vez pidiendo disculpas y comunicando que su hija sí estaba embarazada.  

Andrew Pole creó un algoritmo tan agudo que fue capaz de determinar que "la niña" estaba embarazada, incluso antes de que ella (y su padre) lo supieran. 

Esta puede ser una gran lección sobre inteligencia de negocios y por qué los datos de usuarios son tan valiosos para las empresas. Pero también, una anécdota que nos sirve para entender por qué se necesitan leyes claras que regulen qué usos dan las empresas a nuestros datos. Sobre todo, leyes que regulen quién, cómo, cuándo y por qué accede a ellos. 

La historia completa, con otros detalles del proceso, pueden leerla aquí (en inglés), en la revista Forbes.

4 comentarios:

  1. ¡Qué fuerte! :O

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  2. LOL! *Le da un ataque de paranoia en 5, 4, 3...*

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  3. Diablos, me dejaste con la boca abierta. Ya imagino todo lo que se puede deducir de mi o mi familia por los datos que comparto en Facebook y Twitter. Lo peor es que en mi caso, esos datos son públicos y los comparto por mi propia voluntad gratis y sin recibir beneficio alguno.

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